El Regreso
Mi regreso a República Dominicana después de haber visitado mi país natal, Chile, por más de 3 semanas fue normal. Aunque debo confesar que me sentí un poco triste de volver.
El proceso del regreso no fue como las otras veces. Antes yo era la única que sonreía mientras mi madre echaba lágrimas con ojos de pescado.
Esta vez yo también eché mis lagrimones y tuve pena, y por supuesto, también ojos de pescado.
Mi pena en gran parte se debió a que mi sobrina, Magda, se puso triste. Pasamos la noche juntos con Martín y ella, en casa de mis padres. De hecho, botamos a mis papás de la cama, para quedarnos en la cama más grande los 3. Y todo era risas, aunque sabíamos que al día siguiente sería un día de despedidas.
En la mañana de mi partida, ella se levantó con mi mamá porque quería cocinarme un desayuno. Y debo decir que ha sido uno de los desayunos más ricos que comí. Yogurt, jugo de naranja y una inmensa torre de panqueques con manjar decorada con fresas.
Un amor que entra por la piel y por el estómago.
Mientras Magda preparaba el desayuno, me quedé en la cama con Martín (tiene 5 años) y él me preguntaba que por qué tenía que irme. Le dije que porque tenía que trabajar. Me dijo simplemente, en sus pensamientos sencillos de inocencia, pero ¿y qué pasa si no vas? Le dije que tenía que ir porque si no me echaban y que tenía que trabajar para poder pagar mi casa y mantenerme. Siguió en su posición y respondió “pero no importa si te echan, vuelves para acá y consigues otro trabajo pero acá”. Y entonces caigo que la pregunta no es que “por qué te vas” sino más bien, quédate.
Quise aguantarme las lágrimas pero no pude. Todavía recuerdo cuando, durante la mañana, mi sobrina me dijo que ella no quería ir al aeropuerto a dejarme, porque se sentía triste y no quería llorar. Me parte el alma saber que le causo tristeza a esa personita tan bella que está tan ligada a mi corazón. Yo no quería que ella se sintiese triste, es lo menos que quiero para ella, pero no le rebatí su posición. A Magda la dejamos en su casa antes de partir rumbo al aeropuerto, pero Martín sí nos acompañó.
Así que me despedí de mi Magdita como si nos fuésemos a ver al día siguiente, y prometí llamarla, y también le susurré en el oído que la amo.
Despedirse con pena no es fácil. Despedirse de una madre llorando tampoco lo es. Me despedí de mis viejos, y de Martín, a él le dije “cuida a tu hermana”.
Volví, y aquí estoy otra vez. En mi casa. Con mis cosas. Con calor. En esta tarde en que me preparo psicológicamente para volver al trabajo el día de mañana.
Volví, con pena pero volví.
Ahora me queda enfocarme al próximo reto. Lo que viene es algo casi nuevo, nuevas formas de lidiar con lo que ya existe. Innovar sobre lo ya existente pero sin que se note. Rezar para que las cosas surjan con paciencia y dedicación, y ayudarlas a que crezcan con mucho amor.
Sé al menos que allá en Chile, todavía hay familia y amigos que me quieren, que se reúnen a mi llegada, que me esperan. Y tengo que ser justa. Aquí también hay gente y amigos que me esperaban y me quieren.
Soy dichosa por tener buenos amigos, y ser capaz de mantener la amistad en la distancia. Dichosa de que, a pesar de esa misma distancia, mi familia me considere tan cerca.
Aprovecho para agradecer a mis padres por su amor infinito, y por haberme tratado tan bien. Gracias por todos los momentos que pasamos en estas vacaciones. Las fotos serán mi recuerdo palpable, visible, pero a ustedes los llevo como siempre en mi corazón.
No comments:
Post a Comment