-Porfirio siempre estás lleno de grasa, no quiero que te sientes a la mesa con esa ropa mugrienta.
Él trabajaba todos los días en un taller, que no quedaba cerca de su casa, pero él lo prefería así... en el camino al trabajo se distraía con la brisa y el paisaje que veía desde su motor.
En el taller se abstraía del mundo, la bachata sonaba en el radio al cual le faltaban 2 perillas, pero que con la ingeniosidad de sus compañeros habían reemplazado por par de tuercas que habían sobrado de algún arreglo.
Yuleisi lo esperaba en chancletas cada tarde excepto los miércoles que se ponía unos tennis para ir a la pulga y al mercado, y los viernes que se ponía unas sandalias altas, para ver si su hombre se animaba y la llevaba a tomar un helado o una cerveza al colmado.
Los viernes siempre eran difíciles para Porfirio, el coro del taller, el coro de los amigos que lo veían llegar a casa y lo sancajeaban para que diera par de pesos para las "frías".
Los viernes él volvía con los pies más pegados al piso que nunca, y se encontraba con esta hembra que lo atendía como rey pero que quería acción... él la abrazaba y ella protestaba porque él le ensuciaría la "pinta" nueva...
-Muévete Porfirio, lávate y cámbiate, no me gusta verte sucio.
* Mi amol, el trabajo no mancha- evocando un libro que leyó de pequeño de Edmundo de Amici.
- Sí Cariño, pero vamos allí a tomar un helado y no quiero que te veas feo.
* Mamita, tú sabes que yo te quiero....
Ella se calló y no protestó ante los labios que la besaron suavemente... al final, el mecánico siempre sabía cuál era la tuerca que tenía que apretar!
(Esta foto la tomé una tarde de sábado, en uno de esos días que fui al mecánico a arreglar a Hatori)
Update:
Vean la entrevista anónima aquí.