Friday, July 21, 2006

Mil y una danzas

Se reían de mi cuando en las fiestas familiares, los primos organizábamos una "discoteque" con música juvenil de ese entonces, porque al otro lado de la casa estaban los "viejos" bailando cumbias y rock and roll. Digo se reían porque decían "Qué tiesa! Parece un robot!"... y lo peor de todo es que yo juraba y requetejuraba que lo estaba haciendo de lo mejor... cuando oían esos comentarios mis orejitas mi cerebro se negaba a aceptarlo... pero como siempre fui "rebelde" seguí bailando.

Tanto así que mis raíces árabes me impulsaron a descubrir un mundo precioso, el mundo de la Danza del Vientre. El apellido de mi familia, Saúd, viene del medio oriente... el papá de mi abuelo llegó de un pueblo llamado Homs en Siria a Santiago de Chile, creció allí y se casó con una chilena lo que le costó el "repudio" de su madre, pues los árabes como buena colonia son muy cerrados en el aspecto de la "casadera"... de modo que mi abuelo, Manuel, era prácticamente despreciado por su abuela, quien hacía esas comidas deliciosas y no le brindaba a mi abuelo sólo por el hecho de ser hijo de "árabe" y chilena...
Ojalá fuese pariente mío el Rey Saúd, y los que "inventaron" Arabia Saudita, pero esas raíces están un poco desvanecidas...
En fin, lo que quedó de mi abuelo, fue mi padre, Manuel Alberto y también un medio hermano (mayor, ya fallecido) Carlos. Mi padre (a través de mi madre, la "burrita" Laurita) tuvo 3 hijas, Laura, Soraya y yo (Graciela), y junto a nosotros vino la pérdida final del apellido Saúd... pues nunca llegó "Manolito" a la familia! Ah! el varón, el que asegura la prosecución del apellido... el macho... nada de eso! Sólo X dominantes en los genes!Girls rules!
Lo que quedó de herencia, entonces, fue el gusto por la comida árabe, alguna que otra receta rehecha por mi abuela bajo direcciones de mi abuelo y más nada. No música, no lenguaje... sólo saber comer Kubbe a la parrilla con la mano, y el arroz turco, más las papas rellenas (en las que mi madre se ha convertido en una especialista!)... y el resto... irse al Qatir! (Qatir restaurante de comida árabe en Santiago de Chile)

¿Cómo llegué entonces a involucrarme con la danza? Fue curioso, puedo decir que las "extrañas" coincidencias siempre me han rondado, seguro que eso es obra de todos los angelitos que me cuidan. Fue así, en una sala de espera de un consultorio médico al que fui a acompañar a una amiga (Clarita) a buscar unos exámenes de su madre... osea... yo no tenía necesariamente que estar ahí... bueno, en esos sitios en donde abundan revistas Cosmopolitan y Variedades, encontré un aviso de clases de danza... un apartado de 3 líneas en donde decía el nombre de la profesora y el teléfono... lo anoté porque mi interior me decía que eso de la danza me llamaba la atención... pero nunca llamé.
Dos años después, siguiendo el instinto y rememorando nuevamente las coincidencias, volví a encontrarme con el bendito anuncio... llamé, me atendió Ximena, mi maestra, y desde ahí comencé a asistir a las clases de principiante... al fin del curso, me promoví yo misma, sin muchas ganas pero convencida por mi profesora de que ya estaba preparada para asistir al curso intermedio. Le hice caso, pero al mismo tiempo volví a tomar el curso de principiante, entonces eso significaba mi asitencia a 2 clases por semana.




Ya después ingresé al curso avanzado y tomé clases con el difunto maestro egipcio Shokry Mohamed, notable! De él aprendí que la música también se lleva en la sonrisa y en los ojitos. Asistí a seminarios de clases con Nur Banu (bailarina de danza del vientre, de nacionalidad española).

Como verán, le cogí el gusto a la danza. Reuniones de sólo mujeres (el club de lulú) para sentir la música y descubrir músculos que no se sabía que se tenían. Uno salía renovada de esas clases y era precioso, no puedo negar que lo echo de menos. Mi profesora, Anise Ximena, una estrella! Siempre preocupada de transmitirnos sus conocimientos, su amor por la danza, y enseñarnos que hay una línea que divide la danza árabe elegante y de clase de la vulgaridad... una delgada línea que nos separa a las bailarinas de las "topleras", y debido a esa línea, a veces sentía cierta vergüenza de decir que estudiaba danza del vientre, pues los ojos "picarones y morbosos" aparecían en los rostros de una vez...

El interés "morboso" del principio, no niego que yo misma lo tuve, con respecto a la Danza del Vientre (mal llamada de los 7 velos por los ignorantes) cambió cuando entendí lo hermoso de ésta. Saber que la bailarina es la versión visual de la música. Aquella que interpreta con movimientos físicos los distintos instrumentos y todo eso combinado con la expresión del rostro... Increíble!

Mi primera "presentación" fuero en casa de mi abuela materna para un cumpleaños de ella, en la que desafiando el frío de julio en Santiago, bailé para toda la familia... 3 o 4 temas en los que desarrollé la danza sola, y después saqué a bailar a los presentes para interactuar (yo era una principiante en esa época, pero ya tenía la personalidad, la espontaneidad y seguridad para aceptar críticas)
Mi mejor pago fue después de haber bailado, cuando iba retirándome del "escenario" y a paso de bailarina, con velo en mano, escuchar la frase "Wow... y ella que era tan tiesa antes! Quién lo diría!"






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