Thursday, March 29, 2007

Síndrome del látigo en mano

Desde las primeras veces que vine a Rep.Dom. de vacaciones me encontré con un fenómeno: el del "látigo en mano". Me di cuenta de cómo se ejerce el poder. Me imaginé como llegó eso a fundirse en la cultura... porque en Chile se ve el ejercicio del poder, pero no con la tenacidad y ferocidad con que lo vi aquí.

Me imaginé al patrón, al grupo de esclavos, y después al patrón entregando a uno de los mismos esclavos (al más "lambón" probablemente, "chupamedias o espinita" para los chilenos) el látigo... quien al tenerlo en la mano... lo usó! Sin miramientos, sin importar que al que estaba latigando era su "pana full"... "Tengo el látigo, tengo el poder, y lo uso... pa que aprendan!" Pero para que aprendan qué! Para que aprendan a quedarse en el mismo círculo de odio... para seguir alimentándolo.


Y todo se traduce en que: "no hay peor vaca que la que se olvida que fue ternero"... porque no hay peor jefe que al ser empleado se olvidó que no le gustaban las reuniones a las 12 (hora de almuerzo) o a las mismas 5 (hora se salida)...

No hay peor maestro que se olvida que fue estudiante... y le provoca tal placer sentirse con la autoridad de no dejar que un alumno pase una materia porque le dio la gana.

No hay peor conductor que el que se olvida que fue peatón... que se olvida de la horrible sensación de ver como se quiere ser atropellado por el conductor, cuando atravesando la calle en vez de frenar el hijo de su madre acelera. Entonces cuando llega a ser "chofer" no sólo acelera sino que también pasa por el charco de agua sucia para mojarlos y luego
reírse...

Cuando me monte en un carro.... seré gente.

Cuando me monte en una jeepeta... le pasaré por arriba hasta a los carros.

Cuando llegue al poder político... robaré! pero no como lo hizo el anterior sino más aún...
Y hay que reconocer... siempre se quiere ser mejor! pero no en las cosas buenas sino que superar al bribón, al ladrón, al falso... qué mal!

Rompamos ese círculo... pidamos la ayuda de Dios para llegar a conservar no el poder, sino la memoria, conservar el recuerdo aún cuando lleguemos a ser vacas de que alguna vez fuimos terneros.

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