Tuesday, January 16, 2007

Entrega

Y seguimos con el libro "Amar sí se puede"

Entrega

Entregarse significa dejar de vivir analizando, apegándose a viejos preconceptos. Es dar un salto al abismo; es acoger lo nuevo con la mente abierta.
Muchas personas no osan dejar siquiera el hogar de sus padres para estudiar fuera, por miedo a lo nuevo, a lo imprevisible. Cuando van a una fiesta, quieren saber antes todo lo que va a suceder. Cuando están con alguien, quieren que las cosas ocurran a su manera. Con eso se limitan a una vida muy repetitiva.
Una noche oscura, un hombre andaba en medio de un bosque y, de repente, se cayó. Lo único que logró hacer fue agarrarse de una rama. Cuando miró hacia abajo, sólo vio oscuridad. Empezaron entonces sus pensamientos pesimistas: "Voy a caerme por este abismo y voy a morir... Esta rama no me aguantará, y voy a lastimarme todo". A medida que pasaba el tiempo, la rama se iba desprendiendo, y, cada vez más, él se desesperaba, con miedo de caer y morir. La claridad fue llegando con la mañana, y él notó que estaba con los pies a cuarenta centímetros del suelo, y que todo su miedo y su sufrimiento eran infundados.
Así hacen las personas que, por no poder ver un poco lejos, les da miedo desplomarse. Y, verdaderamente, el salto que deben dar tiene poco más de cuarenta centímetros: la distancia que separa el cerebro del corazón.
Éste es el gran salto que se debe dar: dejar de vivir analizándose y dejar de oír al "juez" que existe en la cabeza de la mayoría de las personas. Y pasar a vivir los acontecimientos, en lugar de ponerse a juzgarse a sí mismo y juzgar al otro y todo lo que está ocurriendo.
Muchas personas confunden entrega con sumisión, lo cual es un error, pues cada una de ellas se origina en un punto distinto de la personalidad. La entrega tiene origen en la autovaloración y es movida por el amor, mientras que la sumisión proviene de un sentimiento de inferioridad y es movilizada por el miedo.
Amar y ser amado significa "entrega en intimidad", es decir, sintonía de las emociones. Cuando le entregamos una parte de nuestro espacio y nuestro tiempo a la persona amada, eso no significa que perdamos nuestra individualidad.
En la entrega nos volvemos transparentes para el otro, desprovistos de cualquier máscara, lo que le posibilita al ser amado vernos exactamente como somos.
En la entrega es como si uno pudiera ver lo que el otro está pensando, porque están sintonizados en la misma frecuencia de sentimientos.
La confianza es el soporte básico para la entrega, y debe ser mutua. Es decir, no puede ser unilateral en un gran amor. Todos tenemos guardados dentro de nosotros nuestros secretos, nuestros sentimientos, nuestras dudas, nuestras inquietudes y nuestros miedos; nuestra genialidad, nuestra creatividad, nuestra belleza, la sensualidad y la sexualidad; todas nuestras verdades, vivencias y experiencias buenas y malas, que representan nuestro tesoro íntimo y que sólo nosotros conocemos, y nos proponemos guardar en el fondo de nuestro ser.
Entregarse al otro es regalarle la llave de ese cofre; es transformarlo en explorador y coguardián de esas riquezas. Y, en la entrega mutua, los tesoros se funden y se transforman en un gran amor; ambos son depositarios y depositantes de la riqueza de cada uno. En esa fusión, la pareja de amantes trasciende y se integra en el universo.
Para muchos esto puede parecer una gran amenaza porque la entrega implica pertenencia, compromiso con el amor. No entregándose profundamente a una persona, entonces se entrega en fragmentos a varias personas, lo cual representa un desgaste, tensión y una dicotomía muy grande. Se realiza una oferta de llaves falsas que jamás abrirán ningún cofre. En consecuencia, también se reciben llaves falsas.
Muchas veces ni nosotros mismos conocemos nuestro tesoro; olvidamos su secreto. Puede ser que sólo podamos tener acceso a él a través del amor y de la entrega, porque la persona amada nos ayudará a tener el valor de zambullirnos en las profundidades, sin miedo de lo que podamos encontrar, y hasta volvernos incluso curiosos por descubrir más.
Analizando lo que hemos hecho en la vida, vemos que muchas veces nos preparamos para el baño, llegamos cerca del mar, pensamos que el agua está fría, desistimos de nadar, y regresamos frustrados a casa. A partir de esa conciencia, podemos aprender a zambullirnos en las aguas del amor, aunque signifique un baño frío. Lo importante es la percepción de que las frustraciones innecesarias nos conducen al sentimiento de incapacidad.

La suprema libertad
es poder dejarse
poseer del
sentimiento del amor.


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Yo supe entregarme... pero estaba tan extasiada con mi entrega que en el camino no pude ver que aquél no se entregó nunca.

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